EL QUIJOTE: IV CENTENARIO (4)



Con esta nueva entrada del Blog de la Biblioteca, clausuramos los homenajes que venimos dedicando a Don Quijote de La Mancha. Algo más podría añadirse el año que viene con motivo de otra conmemoración, no menos trascendente, y ya en ciernes: el cuarto centenario del óbito de Cervantes.   
Por lo pronto ésta va de músicas y melodías. En atención a su contenido, que más adelante se expondrá, también aquí, como en entradas precedentes, cabría un subtítulo que, imitando el pomposo estilo barroco, podría ser el siguiente:

De las muy amenas y sentidas melodías que oyeron, y danzaron el ilustre caballero don Quijote y su fiel escudero Sancho Panza.

Demasiado largo, sin duda, no obstante ajustado para ilustrar de forma meridiana la intencionalidad del presente artículo. Antes de desarrollar su contenido te invitamos, agudo y sensible lector, a deleitarte con estos sones:


El audiovisual que acabas de ver, y sobre todo escuchar, pretende introducirnos en una especie de periplo melódico que discurre por las músicas del Siglo de Oro. Se trata, obviamente, de una recreación, inventada sin duda, pero no por ello menos verosímil, de los sones y bailes que hubieran podido ambientar la inigualable odisea del entrañable hidalgo manchego y su inseparable escudero. Para ello, con las preciosas ilustraciones de Doré, coloreadas más tarde por Tusell, hemos construido, con absoluta licencia creativa –y por lo tanto que nos disculpen los expertos-, esos hipotéticos momentos sonoros. 

Desde una perspectiva más seria podríamos interrogarnos sobre las presumibles aportaciones de la obra cervantina al conocimiento musical de la época en que fue escrita. Para iniciar la reflexión partimos de una constatación más que evidente. En el discurso narrativo del genial libro hay bastantes escenas donde aparecen referencias, contextuales al menos, a la música, los instrumentos para generarla y sus agentes interpretativos. Entiéndase bien la aseveración precedente. No se quiere indicar que don Miguel fuera un entendido perito en músicas; los especialistas más bien apuntan lo contrario. Simplemente señalamos que en esa obra tan colosal como es El Quijote, el espectro de temas, sentimientos, ideas y escenarios es tan amplio que, de forma natural, en más de una situación surgen personajes o ambientes donde la música de su época está presente. El asunto suscitó las pertinentes investigaciones de rigor y existe por ello una nutrida bibliografía. Sirva de muestra la obra de Luis F. Leal Pinar, La Música en el Quijote, editado por la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía. Para aquellos que deseen una aproximación sucinta y rápida, más apropiada para legos en la materia como es nuestro caso, sirvan estos sencillos enlaces:
 
PEPE REY: “La música en el Quijote”, Centro Virtual Cervantes. ACCEDER

EGBERTO BERMÚDEZ, “Cervantes, el Quijote y la música popular en España alrededor de 1600”. ACCEDER

CECILIO DE RODA: “Los instrumentos músicos y las danzas en el Quijote”. Ateneo de Madrid. ACCEDER

Cuando se celebró el cuarto centenario de la publicación de la I Parte, corría el año de 2005, junto a la literatura erudita y especializada, se editaron también excelentes repertorios musicales. Músicos de prestigio, que al mismo tiempo eran magníficos musicólogos, realizaron grabaciones para ilustrar las melodías que se oían en la España de los siglos XVI y XVII. Quien desee deleitarse con estas deliciosas piezas, renacentistas muchas, del temprano barroco otras, y de imprecisa cronología los inveterados y populares romances, tiene a su disposición en Yotube el amplio repertorio de José Miguel Moreno, Música en El Quijote (ACCEDER). De la otra importante colección, la dirigida por Jordi Savall, Don Quijote de La Mancha. Romances y músicas, solo puede consultarse un audiovisual promocional (ACCEDER). El repertorio, por razones de propiedad intelectual, fue eliminado en el servidor. Cabe la posibilidad, al menos esa es nuestra apuesta hipotética, que gran parte de esas melodías las oyera don Miguel de Cervantes. En cuanto a su vesánica e imaginaria criatura, el inigualable Caballero de la Triste Figura, bien pudo escuchar, e incluso danzar, con todas las que nuestra imaginativa fantasía quiera endosarle. Va por él y por su entrañable compañero.

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